El 6 de diciembre de 1989 ocurrió lo que terminó llamándose la masacre de la Escuela Politécnica de Montreal. Marc Lépine, de veinticinco años de edad, asesino a 14 mujeres tras clamar que luchaba contra el feminismo.Colette Guillaumin reflexionaba sobre este y otros actos de violencia sobre las mujeres y decía sobre los asesinatos de las mujeres: «ni siquiera implicaban una interrogación, […] no traspasaban la barrera de la conciencia y mucho menos todavía provocaban una manifestación, ninguna tentativa de alertar la conciencia».


Triste y rabiosa actualidad. La apropiación de las mujeres -apropiación individual y colectiva- se apoya también en la disponibilidad de las mujeres.

Dice Guillaumin: «Es que el racismo está fuera de la ley, aún si tiene muchos simpatizantes, mientras que el sexismo es el substrato de la ley, el estado normal de una sociedad que descansa brutalmente sobre las mujeres, sobre su disponibilidad física y mental».

La autora retrata la cruel masacre ocurrida en Montreal, donde catorce (!) mujeres fueron asesinadas. El asesino expresó explícitamente que su deseo era acabar con las mujeres, con las feministas. No obstante, cuando estos actos ocurren no se analizan los crueles atentados en sí, más bien se analiza el estado mental de quienes los perpetran y no pasa de ser un suceso o un caso policial. No atenta contra la normalidad social. Y es que, dice con claridad Guillaumin


«Los atentados terroristas son considerados, percibidos, comprendidos como actos que comprometen al cuerpo social en su funcionamiento y lo afectan en su conjunto. Aquí, en el acto que nos ocupa, el asesinato de catorce mujeres, se habla de “locura”, de ruptura de la normalidad psicológica, pero no de infracción a la regla social. Y tal vez, en efecto, tienen razón, pues existe una regla silenciosa, escondida, que ese acto no contraviene. Expuesta y secreta a la vez, que decreta que los hombres tienen derechos sobre las mujeres, tienen derechos de propiedad sobre las mujeres y que, si abusan de ese derecho, son locos, psicológicamente anormales, pero no van contra una ley fundamental. Hacen mal uso de un derecho, pero no lo quebrantan».


Vidas apropiadas. Somos, como clase e individualmente, arrojadas al estado de cosa. Todo nos recuerda que somos mujeres, y es como mujeres que somos apropiadas. Asesinatos machistas que siguen aconteciendo en la actualidad, sin llamar demasiado la atención de la ciudadanía.

Las feministas llevamos muchísimos años luchando para visibilizar esta violencia que nos mata y asesina, luchando por erradicarla. El 8 de marzo salimos a las calles de todas las ciudades en un clamor unánime para decir que seguimos en lucha hasta que todas seamos libre. Ahora que se aproxima el 25 de noviembre podríamos decir: nada que celebrar y sí mucho por lo que seguir luchando.

Podríamos hacer uso de las estadísticas, aunque cuando hablamos de números a veces cuesta ver el nombre de quien ya no está, el dolor profundo producido por la pérdida, la ausencia aterradora de las que nos faltan. Podríamos, y es lo que haremos, ahora más que nunca, seguir luchando.

¿Por qué el 25 de noviembre?

Las hermanas Mirabal, Minerva, Patria y María Teresa, conocidas como Las Mariposas, fueron brutalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por su lucha a favor de la democracia y en contra del dictador de la República Dominicana Rafael Leónidas Trujillas. De Minerva es la frase «Si me matan, yo sacaré mis brazos de la tumba y seré más fuerte».

En 1981, en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe se propuso esta fecha como día de lucha contra las violencias machistas. En 1999, la ONU hizo de esta fecha el día oficial contra la violencia de género.

Décadas más tarde el 25 de noviembre sigue siendo un día marcado en nuestro calendario para salir en masa a la calle. Chapatízate, un año más, saldrá a la calle. Compañeras, unidas somos más fuertes.

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